Dios me creó en el principio de sus caminos y antes de sus obras más antiguas. Desde la eternidad fui ungida, antes que la tierra existiese....
Bienaventurado quien me escucha y vela a mi puerta cada día. Porque el que me haya, encuentra la vida y alcanzará el favor de Dios. Y, al contrario, el que me pierde, a si mismo se hace daño, y el que me odia, ama la muerte.
(Proverbios 8, 22-36)
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